Se inician 3 meses de discusión sobre los distintos escenarios y políticas a aplicar en el 2023. Por eso, ya conociendo la posición del Gobierno, nos parece un buen momento para abrir el debate específico sobre el año próximo. Los temas para discutir son varios y comienzan con el nivel de actividad, la política fiscal, las necesidades de financiamiento, la política monetaria y el mercado cambiario.
El punto de partida para analizar el escenario para 2023 es sin dudas político. Al tratarse de un año electoral, la agenda política irá por sobre la agenda económica. La manera en que se desarrolle el calendario electoral, con PASO o sin PASO, es relevante, porque esos tiempos pueden ir marcando la agenda fiscal y la reacción de los mercados de capitales. De acuerdo con la normativa vigente, en junio deberíamos conocer las listas de candidatos, en agosto se realizarían las PASO y en octubre las elecciones generales. Bajo ese calendario, el año económico se puede dividir también en tres etapas.
La primera fase abarcaría los meses pendientes de este año y posiblemente los primeros del año próximo. Está clara la decisión del equipo económico de sostener las políticas actuales. Lo definimos de alta visibilidad, porque están claros el camino elegido, los riesgos implícitos y los desafíos por delante. En un período corto de tiempo, los escenarios que implican continuidad tienen mayor probabilidad de ocurrencia.
La segunda etapa transcurrirá en el segundo trimestre y se estarán definiendo las candidaturas presidenciales. La volatilidad puede ser mayor, dependiendo de las propuestas que surjan de los principales espacios políticos. Si las posiciones elegidas tanto en el oficialismo como en la oposición son las que plantean políticas más extremas, la incertidumbre financiera puede ser mayor. Este período se extiende hasta las PASO.
Una última etapa en este esquema sería a partir de agosto, donde deberían disputarse las PASO, quedando definidos ya los candidatos y su posición sobre temas económicos centrales. Todavía existen pocas certezas sobre esas definiciones y si realmente las PASO se van a organizar dada la resistencia de algunos gobernadores. Por tal motivo consideramos que, desde la mirada actual, ofrece todavía un alto grado de incertidumbre. Dependiendo de cómo se transite la etapa 2, podemos estar ante un período de alta inestabilidad o, por el contrario, el mercado ya tomando posición para un escenario diferente.
Si bien la política marca el calendario, los desafíos principales para 2023 siguen siendo económicos. El año 2022 tuvo un buen comienzo en términos de nivel de actividad, pero a un ritmo claramente inferior a 2021. En los primeros 6 meses la economía creció 1,1% desestacionalizado. Como en 2021 se creció más de 10%, había un efecto arrastre estadístico importante y eso permite que, aunque el segundo semestre sea peor en términos de nivel de actividad, el crecimiento difícilmente baje del 4%. Este segundo semestre que estaría mostrando menor dinamismo afectado por los altos niveles inflacionarios y por una menor disponibilidad de productos, deje un impulso para el año próximo muy bajo. Técnicamente, si se cierra en 4% de crecimiento, el arrastre estadístico sería de 0% y el aumento del PBI del año próximo dependerá del crecimiento neto que se logre. El principal interrogante que surge es ¿cuál será la locomotora que impulse el crecimiento en 2023?
Las condiciones climáticas no vienen acompañando a la producción agropecuarias y los altos niveles de inflación afectan siempre a la capacidad de compra de los hogares. Por eso, hasta que no se logre contener el ritmo inflacionario, probablemente la inversión y el crecimiento se focalicen en sectores como el petróleo y gas. Más algunas actividades que permitan generar reserva de valor, como puede ser la construcción privada. Para el resto esperamos poco impulso y eso implica un crecimiento que se ubicaría en torno al 1,5% anual.
El 15 de septiembre se conoció el proyecto de Ley de Presupuesto 2023 para el Gobierno Nacional. El primer punto para destacar es que se mantuvo el objetivo de lograr un Déficit Primario de 1,9% del PBI, tal lo acordado con el FMI. El segundo factor relevante es que se acota la asistencia monetaria del BCRA al Tesoro a 0,6% del PBI. El factor que genera incertidumbre detrás de estas cifras es el nivel de inflación utilizado para su confección, que es del 60%. La inflación es la variable de ajuste principal para estimar el total de recursos. En el Presupuesto crecen al 76,3%, compatible con un año 2022 que cierra en 95% y un 2023 del 60% de inflación.
Lo mismo sucede con el Gasto en Prestaciones Sociales, que aumenta en promedio un 81,1%. Entendemos que ambas cifras pueden ser mayores si, como esperamos, la inflación del próximo año es mayor al 60% previsto. Una inflación del 60% implica un ritmo mensual promedio del 4,1%, muy por debajo del ritmo actual. A su vez implica que los primeros 6 meses el ajuste del gasto social (indexado) iría como mínimo a niveles del 6,5% con recaudación creciendo alineada con la inflación. Esto genera una paradoja, ya que, si se logra bajar la inflación, el impacto fiscal del ajuste rezagado de jubilaciones y resto del gasto social puede implicar un aumento del gasto en esos rubros de más de 1,5 puntos del PBI. Si eso efectivamente sucede, la recaudación incremental por aumento de la capacidad de consumo de los hogares (menor inflación) puede ayudar, pero igualmente se necesitarían ajustes adicionales en otros rubros (subsidios, gasto de capital, provincias, etc). Igualmente, el dato relevante que surge del Presupuesto es la estrategia de financiamiento, el Tesoro estima necesidades financieras por 2,3% del PBI, para cubrir su gasto primario y asistencia financiera a organismos. Para ello cuenta con Adelantos Transitorios por 0,6% del PBI y deberá salir a buscar financiamiento al mercado por 1,7% del PBI (serían alrededor de ARS 2,6 billones). Dados los vencimientos previstos (considerando ajustes pendientes) implica una necesidad de roll over del 120%. No luce incumplible. Por lo tanto, el desafío sigue siendo lograr estirar los plazos más allá del período electoral, dado que por fundamentos el Programa Financiero 2023 luce exigente, pero cumplible.
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Panorama e
Inversión
La semana termina con un dólar presionado (CCL superando los $310) ante tanta emisión de pesos en las últimas semanas. El dólar soja viene siendo un éxito, con una liquidación récord histórica para un solo mes, sin embargo tanta demanda de MEP y CCL teniendo a los importadores y al agro limitados a nivel normativo, demuestra que no es tan fácil detener la dolarización vía prohibiciones. La exposición en pesos sigue siendo un riesgo dado que la nominalidad al 6% no da señales de desacelerar con lo cual seguimos favoreciendo posiciones dolarizadas vía ONs hard dollar y soberanos hard dollar para aquellos inversores con tolerancia al riesgo.
Dentro del mundo pesos, el exceso de emisión en el corto plazo generó una fuerte demanda sobre títulos CER y bonos duales, con rendimientos negativos en términos reales. Insistimos que aun así, el panorama pareciera apoyar la colocación de pesos en instrumentos de corto plazo y atados a inflación, ante las inconsistencias financieras actuales. Nuestras opciones elegidas son letras del tesoro con vencimiento a fin de año hasta TX23.